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Reseña de Mercè Ferriz y Francesc Vieta 
El magnate de la prensa Charles Foster Kane (Orson Welles) fallece, acompañado solamente por sirvientes, en su gran mansión pronunciando una única palabra: «Rosebud». Con la intención de averiguar su significado, un periodista comienza una investigación con las personas que vivieron y trabajaron con Kane. Las entrevistas se suceden y con cada persona afloran vivencias y recuerdos que ayudan a modelar la compleja imagen del fallecido millonario, pero que no aportan datos sobre la misteriosa palabra. Sólo el espectador conocerá su origen y significado que engloba temas como el anhelo de las cosas perdidas y los valores realmente importantes. (http:// es.wikipedia.org/wiki/Orson_Welles).
En esta ocasión hemos escogido una obra clásica, considerada por muchos la mejor película de todos los tiempos. A pesar del hecho de que esto siempre puede ser relativo, lo que sí es cierto es que este film genera interés desde hace más de medio siglo (1941). Tal vez sea porque habla de algo muy universal sobre lo que aún vale la pena pensar. Si tuviéramos que decir algo lo más conciso posible diríamos que Ciudadano Kane es un Juan Nadie con poder. (Nos referimos a Meet John Doe (Juan Nadie) de Frank Capra, film del mismo año que el de Welles. En él:
Un individuo es contratado por una periodista para dar rostro al pseudónimo con el que firmó uno de sus artículos sobre un valiente vagabundo: John Doe. Progresivamente, este hombre toma auténtica conciencia social y es capaz de convencer a las masas pero tendrá que enfrentarse a los individuos que intentan aprovecharse de él). 
Juan Nadie representa la parte humana de esperanza e ilusión común a todos nosotros, que todos compartimos.
El film de Welles nos puede ayudar a pensar sobre un aspecto crucial de nuestro trabajo: el trauma. Podemos avanzar, retroceder, mirar hacia un aspecto, hacia otro, incorporar elementos que tuvieron su peso en la vida del protagonista  y fantasear una reparación diferente a la que se dio. Pero quizás no se trate tan sólo del trauma del protagonista, ya hemos dicho que creemos que detrás de Kane está Nadie, es decir, estamos todos.
La primera vez que se ve la película se puede sentir cierta desesperanza cuando advertimos que los que buscan en ella el sentido de Rosebud no lo hallarán jamás… Pero nosotros, los espectadores, sí.
En esta ocasión nos gustaría escribir sobre el sentido que le hemos encontrado a Rosebud.
 
Cómo llegar a Rosebud
La primera imagen ya nos advierte: No trespassing. No pasar. O quizás se trate de una provocación…Pero si pasamos, entramos en un espacio tenebroso e inabarcable que produce cierto desasosiego porque el tiempo parece no transcurrir. Es la mansión donde Kane pasó los últimos años de su vida: Xanadú. Un palacio desmesurado, repleto de estatuas y otros objetos de incontable valor material, pero que provocan en el espectador una profunda sensación de inutilidad y vacío. Kane muere. La muerte está íntimamente conectada con Rosebud, lo último que Kane nombra.
A través del relato de los que le conocieron, que nos llevan a dar continuados saltos en el tiempo, conocemos parte de su biografía. En sus orígenes Kane aparece en una infancia nevada, que se ve interrumpida de golpe. Kane es separado de su entorno relacional, de su entorno afectivo. Su madre lo aleja de allí para dejar su educación y crianza a cargo de unos banqueros. No queda claro el porqué de esa interrupción. Preferimos pensar dadas las circunstancias que, de conocer los motivos parentales podríamos llegar a comprenderlos. Lo que aquí nos interesa verdaderamente son los efectos de la velocidad extrema a la que los acontecimientos se producen.
En un artículo de este mismo número hemos hablado de las emociones que impactan de golpe. Cuando el impacto de una emoción se produce a una gran velocidad se reducen considerablemente las posibilidades de elaboración. Puede que el desajuste favorezca que el tiempo se detenga en esa configuración espacio-temporal. Si además no se da un contexto intersubjetivo que puede acompañar (amortiguar) ese impacto traumático los efectos del trauma continúan a lo largo de toda la vida. El sujeto resta atrapado allí.
En este aspecto Welles es inequívoco: en su infancia, en los primeros años de la vida de Kane, encontramos el trauma. A este espacio-tiempo pertenece Rosebud. Y es precisamente la última palabra que Kane nombra al final de su vida. En la escena de su muerte Kane, sostiene una pequeña bola de cristal con un paisaje nevado, como el de su infancia. Al morir este objeto cae y estalla.
Rosebud es un trineo. El trineo de un niño que juega feliz en la nieve.
Este trineo concreta el momento, el espacio y el tiempo, en el que el protagonista recibe el impacto del trauma. El punto exacto entre el e-t previo al impacto y el e-t primero después de él. Rosebud es la frontera entre una configuración espacio-temporal de la memoria del protagonista y la otra. Concretiza y representa el momento del cambio, el último juguete de una infancia truncada.
Desde ese instante, ya todos los propósitos y juegos adultos son impelidos por una fuerza que busca, desesperadamente, la reparación indirecta del trauma. Cuando se recibe un impacto a tal velocidad no parece extraño pensar en la posibilidad de hacer una reparación a una velocidad equivalente.
La película sugiere que si no se recibe una ayuda adecuada para poder aceptar el impacto de la pérdida repentina,  se intenta la reparación a través de los mismos medios que provocaron la herida. En las situaciones de catástrofe ya se ha comprobado que la presencia de un psicólogo es de gran ayuda para digerir el shock. Pero aparece nada explícitamente en el film que sugiera un contexto relacional resiliente para Kane.
El Kane adulto aparece como un hombre alegre, ilusionado con un proyecto y esperanzado. Pero paralelamente muestra rasgos de prepotencia y falta de escrúpulos. Son secuelas del trauma. Si lo pensamos detenidamente la falta de escrúpulos y la pre-potencia de los adultos están presentes en el momento en que se interrumpe la infancia del protagonista.
Este film nos ilustra muy bien cómo lo que hay de universal en el trauma tiene que ver con la pérdida de la esperanza, aunque uno se aferre a ella hasta el final. Hasta el momento de la muerte. ¿Es este espacio-tiempo al que se refiere el cartel de no pasar que abre y cierra la película?

 

 

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