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DE PADRES A HIJAS

Título original: Fathers and Daughters

Año: 2015

Duración: 116 min.

País:  USA

Director: Gabriele Muccino

Guión: Brad Desch

Música: Paolo Buonvino, James Horner

Fotografía: Shane Hurlbut

Interpretes principales: Russell Crowe, Amanda Seyfried, Aaron Paul, Jane Fonda.


Sinopsis: Historia de la relación entre un padre y su hija a lo largo de 25 años. Todo comienza en Nueva York en la década de los 80, donde Jake, Davis (Russell Crowe), novelista ganador del Pulitzer y viudo reciente tras la muerte de su esposa, lucha contra una enfermedad mental al tiempo que intenta criar a su hija de cinco años. (FILMAFFINITY).

Comentario realizado por MARÍA CAMPO-REDONDO

Una visión relacional de padres e hijas. 

La postura  relacional ha   revolucionado la concepción que otrora le diera el psicoanálisis clásico a la contratransferencia. Y en esta línea es por donde comenzamos esta reseña de "Fathers and daughters", o, en su versión castellana,  "Lo Mejor de mi ViDa",  o también, "DE PADRES E HIJAS".                                                                                    

Con un final  esperanzador y romántico, se nos hace difícil descifrar una única razón del por qué sentimos esas emociones. Comencemos por el final.                        

Después de mostrarnos un doloroso recorrido  a lo largo de unos 25 años de la vida de Katie,   la hija protagonista, el director italiano Gabriele Muccino logra  "arrancarle" a  la tía Elizabeth, (quien crió  a esta chica protagonista desde los ocho años),  un " ...los hombres pueden vivir sin amor,  nosotras las mujeres, no".

Esta confesión, la  primera  vez que visioné la película, me pareció misógina  y superficial. Pensé, "este director pone a las féminas como seres dependientes y vulnerables".    Sin embargo,  en una segunda mirada, desvelo un mensaje  más profundo y reflexionador,  una "conchita de mango" como decimos en Venezuela. Con un tono más maduro y un self más integrado,  al final de la historia,   Katie visita a su tía; ellas hablan, se sinceran, se reconcilian, se reconocen como seres vulnerables y se asumen como  personas que necesitan amor. En  este reconocimiento, pienso que ambas salen fortalecidas, pues a lo largo de sus vidas habían disociado esta necesidad tan humana y vergonzosamente difícil de verbalizar: la de querer ser amadas. Y con esta declaración, la tía Elizabeth se atreve a vociferar lo que  necesita.  Ellas, las mujeres de la película, sufren, pero llegan a  elaborar sus penas. Podríamos decir que reconociendo el sufrimiento de su tía, Katie logra diferenciarse. Y también hablan, y hasta escuchan.  Katie asiste a terapia; ella misma es terapeuta de niños abandonados.  En particular,  se "faja" con Lucy, una paciente negra de 12 años,    huérfana,  quien no habla desde que su madre prostituta fuera asesinada. Y Lucy, con la ayuda de Katie, recupera el habla. Katie testifica el sufrimiento de Lucy y pareciese citar a Benjamin (2012), cuando esta  última afirma que el ser testigo sirve como un representante de lo que ella llama el tercero lícito, que contrarresta la pérdida desesperanzada de agencia, la impotencia que una víctima siente cuando está rodeada de negación o disociación, y que es incapaz de tener algún impacto o de ser escuchada por un otro. Y   con esta presencia empática de Katie,  Lucy se conecta de nuevo con la vida. Podríamos decir que ayudando a Lucy, Katie se ayuda a si misma, y lucy se convierte en luz para Katie. A través del vínculo que ambas establecen, Katie y Lucy recuperan la función transformadora del lenguaje y tienen acceso al objeto perdido. Katie asiste a Lucy a pasar al registro de la palabra, y eso ayuda a las dos.  Pareciera que Muccino hubiese leído varios referentes relacionales:   a Ferenczi y la dimensión de mutualidad; a Bollas y el objeto transformador;  al concepto del "curandero herido", del cual Jung era bastante seguidor;   a los hallazgos de Allen Shore, cuando  sostiene que modificamos nuestros estados del self juntos, en tándem.  Katie, a lo largo de la película, logra transformar su sexualidad promiscua y desbordada y su sentido de soledad absoluta  en vínculo amoroso.  El director nos muestra al final de la cinta a una Katie que accedió al cambio psíquico, gracias a la relación reparadora que logró establecer primero  con Lucy, y después con su pretendiente Cameron. Es como si la importante publicación de Ávila-Espada (2005) hubiese impregnado al film.                                                       

Por otro lado,  los hombres en el mundo  de Gabriele Muccino no reconocen sus necesidades.  El padre de Katie, Jake,  no habla, más bien muere. El tío rico, se divorcia y pierde el juicio. El psiquiatra, no empatiza con el duelo de Jake, solo prescribe un internamiento psiquiátrico de  siete meses , y no vemos que con esta acción haya habido una actividad mentalizadora que contribuyese al bienestar del padre protagonista.   Los abogados cobran, y mucho.                    

Pero vayamos un poco más atrás. Katie pierde a su madre en un accidente de tránsito; tenía 5 años.  La madre le recriminaba a Jake una infidelidad ocurrida hace siete años.  Jake se defiende, pero no pudo frenar a tiempo. Sobrevive, pero se sostiene en una culpa enfermante   y sufre la secuela del accidente,  una supuesta psicosis bipolar traumática,  la cual viene acompañada de episodios convulsivos que aparecen  justo cuando se siente frustrado o  victorioso.  Aun así,  Jake hace esfuerzos por ser un padre amoroso.  De hecho,  pienso que lo fue. Se hace cargo de Katie y pasan tiempos felices,  juntos.  Escribe, todo el tiempo, para mantener a su hija en el mejor colegio y lucha por ella.  La tía Elizabeth, hermana de la madre de Katie, y su marido, "más rico que Dios",  quieren quitarle la custodia a Jake; él  la pelea en la corte y sale triunfante, pues se descubre que el marido de Elizabeth tuvo un hijo producto de una relación extramatrimonial con una mujer de 24 años. Así las cosas,  queda libre Jake de la demanda de la custodia por su hija.  Pero no sobrevive.  Un ataque convulsivo deja a Katie huérfana de padre y madre.  Y la tía Elizabeth es quien  se hace cargo de ella.  Katie tiene 8 años.  Luego la volveremos a ver a los 25. Es una trabajadora social.  Estudia un postgrado en psicología. Trabaja con niños abandonados.  Parece que tiene futuro. Pero sufre. Se siente vacía y sola.  No puede tener relaciones duraderas. Solo sexo: puro y absoluto, sin mutualidad; en  un  baño público, con cualquier hombre, hasta cuando no va al gimnasio, según su propio testimonio, para no aburrirse. Hasta que algo sucede: conoce a Cameron, un aspirante a escritor,  admirador de la obra de Jake, quien la valora y le devuelve la capacidad de amar. A Katie le cuesta ser su novia.  Se pone trampas; al amarle,  se activan estados de su self disociado y que pertenecen a su traumático pasado. Katie quiere regalarle a Cameron el manuscrito original con el cual Jake ganó un premio Pullitzer, pero éste no se lo acepta.  De alguna manera, con este gesto, Cameron le devuelve a Katie al padre bueno que perdió a los ocho años.                                                 Gracias al optimismo de un director mediterráneo en una Nueva York capitalista y superficial, Muccino nos recuerda que sólo a través de la recuperación de los vínculos, es que podemos conectarnos con nuestras memorias traumáticas para  poder tener una vida más llevadera. Quizás, al haber escrito esta reseña, tenga un poco más claro mis sentimientos contratransferenciales.  Me sirvió de autoayuda y como tal, recomiendo la película.      

Referencias:               

Avila-Espada, A. (2005). Al cambio psíquico se accede por la relación.  Intersubjetivo. Vol. 7 (2): 195-220. [1575 6483].                                            

Benjamin, J. (2012). El Tercero. Reconocimiento. Clínica e Investigación Relacional, 6 (2): 169-179. [ISSN 1988-2939] [Recuperado de www.ceir.org.es].

 

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